sábado, 13 de febrero de 2010

LOS OTROS (II)

10/02/13

Fabiola ha comentado lo siguiente:

En mi opinión, cuando hay algún problema de relación no sólo es porque uno quiera imponer su opinión sobre el otro sino porque cada uno la misma realidad la vivimos de una manera diferente, y eso es muy difícil de cambiar.

Mi punto de vista es que hay varios tipos de relaciones entre las personas. No es lo mismo, por ejemplo, la naturaleza de la relación con los amigos que la que tenemos con nuestra pareja. NI tampoco la que tenemos con los compañeros de trabajo si la comparamos con la de los amigos. Y así sucesivamente con las otras formas de relación. Y tener presente esto, aunque parezca una perogrullada, es fundamental para poder analizar y valorar cómo se encuentra nuestra relación con una persona concreta, en la modalidad que sea.

Por otra parte, es importante conocer cuáles son nuestras tendencias y nuestras necesidades en relación con los otros, porque puede que no todas sean positivas y puede también que algunas sean simples aplicaciones de conductas que hemos aprendido o que hemos visto mil veces y que no hemos analizado suficientemente para saber si es eso lo que queremos hacer o no.

Yo parto de un principio fundamental que es que todas las personas somos dignas de respeto por el solo hecho de serlo. Eso es tanto como decir que, para mí, no es posible tener una buena relación de pareja, de amistad, de compañerismo, de padres a hijos o al revés, etc., si no impera el respeto entre las dos partes y siempre, tanto cuando las cosas van bien como cuando no van tan bien. Y esto también puede parecer una perogrullada, pero ya veremos a continuación por qué no lo es.

Cuando pude leer por primera vez qué es “el triángulo de Karpman” me quedé muy sorprendido y maravillado, pero lo más excitante del caso para mí fue la afirmación de que las relaciones establecidas dentro del esquema del famoso “triángulo” no podían producir nunca bienestar emocional. Bien, pues sin perjuicio de que en Google se puede encontrar mucha información al respeto, lo básico que yo he tenido en cuenta es lo siguiente:

En toda relación en que predomina el malestar emocional lo que ocurre es que cada una de las personas está actuando en relación con la otra en uno de estos roles: Víctima, Perseguidor o Salvador. Pero lo bueno del caso es que son roles intercambiables y que, de hecho, los cambiamos y los intercámbianos permanentemente. Pongamos un ejemplo.

Cuando estamos convencidos de que la otra persona nos tiene que dar algo de naturaleza emocional, podemos exigirlo sin más (Perseguidor) o podemos pedirlo desde la queja y el lamento (Víctima). Y la reacción del otro puede ser a su vez de enfado (Perseguidor) o, curiosamente, de expresar también sus quejas (Víctima). Pero aún cabe que frente a las quejas nos situemos excusándonos sin afrontar el problema (Salvador) y si la otra persona responde con acritud podemos actuar desde el enfado (Perseguidor) o desde la queja nuevamente (Víctima).

Las combinaciones sucesivas son infinitas. Ahora bien, en donde se dan en mayor cantidad, naturalmente, es en las discusiones. En esos momentos es cuando más veces, y de forma más variada, cambiamos de rol; a lo largo de las disputas.

Es un tema profundo, que requiere mucha reflexión. Está muy estudiado, así es que podemos encontrar buena información y podemos analizar el asunto, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayoría de las veces -según dicen los expertos- solemos relacionarnos así, desde cualquiera de los tres roles.

Mi experiencia al respecto me ha enseñado que a menudo mis conductas son de esa manera. Cuando, por ejemplo, alguien viene a mí quejándose de algo (Víctima o Perseguidor), si esa persona me produce un cierto temor o no tengo ganas de discutir, suelo salirme por la tangente sin afrontar la situación y con buenas palabras para intentar tranquilizar al otro (Salvador) pero si la situación me supera, suelo enojarme y contestar fuertemente (Perseguidor). Pero lo importante de darse cuenta de lo que nos está pasando es saber que en ninguna de esas posiciones o roles es posible tener o sentir bienestar emocional. Porque lo que sucede después de cualquier discusión es que ninguna de las dos personas. Los dos se quedan con mal sabor de boca. Tanto el que puede creer que se ha impuesto su razón o su fuerza (que acostumbra a quedarse con un sentimiento de rabia o enfado considerables) como el que cree que ha sido victima de los malos tratos del otro, por ejemplo (que puede sentir una mezcla rara de rabia y tristeza). El bienestar emocional se sitúa fuera de ese tipo de dinámicas.

Algunos lectores del blog me han pedido que aclare un poco más eso del Yo bien y Tú bien, y ahora creo que ha llegado el mejor momento ideal para hacerlo, porque las relaciones que se mantienen desde ese enfoque son la antítesis de las definidas en el famoso triangulo de Karpman.

Yo bien y Tú bien se basa sobre todo en el respeto del que hablaba al principio, el que hemos de tener a las otras personas y el que podemos exigir que nos tengan a nosotros, por el sólo hecho de ser personas. Pero su aplicación no es sencilla ya que llevamos toda la vida actuando de la otra manera. Normalmente, lo que nos pasa es que entramos en lo que se ha denominado “juegos psicológicos”, por el hecho de que casi permanentemente somos invitados a adoptar un rol (de los tres posibles) y acostumbramos a responder entrando en el juego. Y el caso es que no nos damos cuenta. Y los otros tampoco. Es algo inconsciente, algo involuntario, algo que hemos aprendido a hacer desde niños y en lo que somos realmente unos expertos. Claro está que entonces tiene que haber dificultades para cambiar d actitud. Por fuerza.

Actuar desde el Yo bien y Tú bien es tener en cuenta al otro pero tenerme en cuenta antes que nada a mí mismo. La otra persona puede venir a pedirme si quiero ir a tomar una café con ella, si le digo que sí pero no tengo ganas de ir, actuaré como Salvador y, naturalmente, no me tendré en cuenta a mí mismo, o sea, no me respetaré como persona. Tener en cuenta al otro sería decirle que no me apetece, esto es, ser sincero y auténtico, pero hacerlo adecuadamente, o sea con respeto hacia al otro. Y esto último es lo que no hacemos normalmente.

Actuar desde el Yo bien y Tú bien significa no perseguir a nadie, no criticar, no pasar por encima de nadie, respetar a los demás, en definitiva, sin tener que renunciar por eso a ser lo que uno es y como uno quiere ser (autenticidad). Pero sólo la práctica continuada del Yo bien y Tú bien nos ira dando la información necesaria a cada uno sobre cómo nos comportamos y sobre cómo hemos de actuar si queremos cambiar, porque cada persona es única e irrepetible.

Volviendo a lo que nos dijo Fabiola:

En mi opinión, cuando hay algún problema de relación no sólo es porque uno quiera imponer su opinión sobre el otro sino porque cada uno la misma realidad la vivimos de una manera diferente, y eso es muy difícil de cambiar

Vivir la misma realidad de manera diferente no es anómalo, y además creo que es perfectamente normal. La cuestión es otra, a mi modo de ver. La cuestión es si el tipo de relación que tenemos con el otro o que queremos tener con el otro es compatible con las dos maneras diferentes de ver la realidad y la propia relación. Y eso es algo que nos toca decidirlo a cada uno de nosotros, no al otro. Porque si yo quiero estar bien conmigo mismo, no puedo esperar indefinidamente que el otro cambie porque además de que suele pasar que el otro casi nunca cambia, esperar eso es tanto como situarse de Víctima en la relación (al otro le habríamos cedido el poder de hacerme felices o infelices).

Lo que podemos cambiar es lo nuestro, lo propio, lo que vivimos en la relación con nosotros mismos. No podemos cambiar ni tenemos que cambiar a los otros. Podemos y tenemos que tomar decisiones relativas a nosotros mismos porque de ello depende nuestro bienestar emocional más auténtico. Y no digo que sea fácil. Ni mucho menos. Pero es el verdadero camino hacia nuestro bienestar emocional. Si no estamos atentos, todo puede convertirse en un gran “juego psicológico” en nuestras relaciones con los otros y eso nos va a llevar sin duda al malestar emocional, a no estar bien, a no sentirnos bien, a sentirnos infelices, etc.

Propongo seguir investigando sobre el Yo bien y Tú bien. ¡Animaros a participar!

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