domingo, 27 de junio de 2010

TENEMOS DERECHO A SER FELICES

Todos hemos oído o dicho alguna vez esta frase. Expresa un derecho que se recoge, incluso, en la Constitución política de algún país. Para mí, es la equivalencia exacta de lo que en términos de terapia emocional se dice “darse permiso para ser feliz”. No se trata solamente, pues, de reivindicar frente a los otros y frente a todo nuestro derecho a ser feliz, sino de algo un poco más sutil: concedernos a nosotros mismos ese derecho, darnos a nosotros mismos el permiso para ser felices.

Contra lo que parece obvio, nadie ve la realidad tal como es, sino que la vemos a través de los contenidos mentales que hemos acumulado por causa de los aprendizajes previos, personales, familiares, sociales, culturales, etc. Nuestra mirada sobre el mundo está condicionada por miles de esos contenidos y uno de esos aprendizajes tiene que ver con determinadas prohibiciones comúnmente aceptadas en nuestro entorno. Una de ellas, que está muy extendida, es la de quererse a uno mismo, la de tenerse en cuenta a uno mismo, primeramente, antes de actuar o de decidir alguna cosa. Nuestra tradición judeocristiana (no sé si data de antes) nos ha enseñado y nos enseña (nos insiste) en que hemos de ser generosos por encima de todo, en que hemos de ceder antes los demás, en que no está bien pensar en uno mismo porque eso es egoísmo. Por esa sola razón ya estamos en la línea de no darnos permiso para ser felices, aunque parezca mentira.

La felicidad a la que podemos aspirar razonablemente, según nuestra sociedad y nuestra cultura, tiene que ver normalmente con aceptar nuestro papel social y las funciones que para ellas son “naturales” y adecuadas para cada individuo. De ahí proviene la división por sexos, por clases, por categorías, etc. Y en ese contexto, igual que de una mujer se espera, por lo general, que llegue a ser madre algún día, también se espera que ponga a sus hijos por delante de sus aspiraciones, y no sólo cuando son muy pequeños sino durante toda la vida. Eso, llevado al extremo, impediría, obviamente, que esa mujer concreta pudiera darse el permiso para ser feliz, excepto en el caso en que ese “ser feliz” suyo coincidiera mayormente con el “ser feliz” de sus hijos, en cuyo caso su entorno la aplaudiría y la pondría como ejemplo de mujer y de madre ejemplares.

Si embargo, hasta donde yo he podido experimentar, puede llegar un momento en la vida de cada persona en que sea necesario tenerse en cuenta a uno mismo y darse permiso para ser feliz. Ese momento, generalmente conocido como “crisis personal”, es la gran oportunidad de dejar de ir en la dirección del conformismo, del aguantar, del sacrificarse, del “no querer sentir”, para ir en la dirección que yo entiendo más adecuada: hacia el bienestar emocional. La crisis en cuestión puede plantear en primer término una separación de la pareja, un cambio de trabajo, un más justo reparto de responsabilidades dentro de la pareja, pero, sea como sea, es la oportunidad para optar por la autonomía personal, por la autoestima, por el darse los permisos necesarios, por la no dependencia emocional, por la libertad, por el sentirse bien.

Darse permiso a uno mismo significa quererse, tener en cuenta que a este mundo no hemos venido a padecer, que tenemos derecho a ser felices siendo como somos, cada uno a su manera, y a que los otros nos respeten como somos. Claro está que el miedo (el que la propia familia sin saberlo, la sociedad y la cultura han infiltrado en nuestras venas) nos hará dudar, sobre todo en la forma más depurada que es: ¿No serán actitudes egoístas, las mías? ¿Por qué he de hacer daño a mi pareja? ¿Qué pasará con mis hijos? Estos mensajes, bien grabados en nuestras mentes, nos llegarán permanentemente a partir del momento en que tengamos que decidir algo para nosotros, para nuestro bienestar. Y son mensajes duros de soportar. Sin embargo, progresar hacia el bienestar personal requiere soportarlos y cambiarlos por mensajes del tipo: sólo puedo llegar a estar bien si hago lo que quiero hacer, si actúo de acuerdo con lo que soy, sin menoscabar los derechos de los demás.

Otro mensaje que nos confunde es el de que hay que sacrificarse por los demás. Yo no opino así. Con los demás adultos, hay que negociar, hay que intentar llegar a acuerdos. A los demás adultos, hay que respetarlos como son, no podemos perseguirlos. La idea de sacrificio es parecida a la idea de la inmolación de las viudas, en el hinduismo, cuando muere el marido. Y tiene, de base, una creencia muy hebrea del sacrificio personal para que Dios esté contento (el caso de Abraham en la Biblia y el caso de Jesús de Nazaret en el Gólgota). Parece como si no fuera posible “estar bien” y “ser feliz” si no nos sacrificamos por Dios, por la familia, por la pareja, por los hijos o incluso por una gran idea u objetivo colectivo (el comunismo, por ejemplo). Pues no, yo me rebelo contra todas esas creencias. Y hablo de creencias, no de certezas.

En mi entorno, hay bastantes personas trabajando a diario por alcanzar un mayor nivel de satisfacción en la relación consigo mismas y con los demás. Ese es el camino, para mí. Requiere estar muy atento a los que se mueve por dentro de uno mismo y también a los “juegos psicológicos” que se nos ofrecen desde el exterior. Pero también un compromiso de respetar a los demás, y de no permitir que los demás no nos respeten. Y, por encima de todo, está ese “darse permiso” para sentir como uno siente, para ser como uno es, para estar lo mejor posible emocionalmente, para ser feliz. Este es nuestro principal derecho y mi opinión es que no debemos renunciar a él ni por todo el otro del mundo.

jueves, 24 de junio de 2010

DE UNA AMIGA: MÁS SOBRE EL AMOR

El comentario de mi amiga:

Si Chesús. Creo que el amor es uno de los sentimientos que más dolor nos produce y sin embargo que perseguimos con mayor ansiedad. El amor es una consecuencia de la evolución y fundamentalmente una palabra equívoca, como casi todas las palabras, porque dime qué palabra conoces que exprese exactamente aquello a lo que se refiere. Yo parto de la base de que vivo en una tremenda confusión y alucinación y que me creo y adopto las palabras que otros han usado para referirse a ciertas cosas. Por eso cada vez más trato de descubrir qué es lo que realmente significa la palabra.

Enamorarse no es nada más que el apareamiento propio de los animales, el cortejo que se realiza antes de la procreación y punto. Pero nosotros socialmente lo hemos convertido en algo más importante y hemos perdido su cualidad natural. Efectivamente es pura química, porque nosotros somos pura química.

Luego se da el acompañamiento, uno necesita tener a alguien a su lado para que le ayude en esa fantasía que es criar a unos hijos y perpetuarse para sentirse alguien, para expresarse, para satisfacer ciertas necesidades porque la condición natural del ser humano es vivir en compañía. Y uno además necesita hacer algo para que su vida tenga sentido y entonces puede plantearse hacer algo por los demás, que en definitiva no es más que hacerlo de nuevo por uno mismo. Pero que significa amar realmente?..... nada, absolutamente nada.

Todos actuamos por interés aunque no queramos reconocerlo, hacemos las cosas para que redunden en nuestro propio beneficio. Así de crudo es, así que, SI, creo en el amor, en el amor hacia uno mismo.

Esta es mi reflexión. Pero gracias por proporcionarme unos minutos de reflexión sobre un tema tan controvertido.

Un abrazo

Una amiga


Mi comentario:

Yo, en cambio, creo que el amor es la fuerza primordial del Universo, que se halla subyacente en cualquier realidad de la naturaleza. Mejor dicho, creo que estamos hechos fundamentalmente de amor, es decir, construidos con un “material” básico que es único para todo lo que existe. A mi entender, ese “material” ha de ser una especie de energía sutil cuya naturaleza no somos capaces de comprender. Sin embargo, lo cierto es que, desde esta energía que somos esencialmente, nos movemos irremediablemente hacia la fusión, hacia el encuentro, hacia el hermanamiento con los otros, incluido, claro está, a través del enamoramiento y del encuentro sexual cuando corresponda. Otra cosa es que no se sabe por qué razón nuestro crecimiento como personas suele estar lleno de dificultades que empañan el camino que va hacia esa meta, dificultades de carácter netamente emocional. Por eso, de lo que se trata es de “ir soltando” todo lo que nos rodea y que nos sobra, para llegar a mostrarnos como somos realmente, desnudos y auténticos. Es todo lo contrario de lo que solemos hacer, o sea, “ir acumulando”, que a nada conduce sino es a más insatisfacción y a una mayor confusión.

Mi amiga cree en el amor hacia uno mismo, y yo también. Mi matiz es que ese amor, si es auténtico amor y no egotismo, ha de revertir hacia afuera, hacia los demás, forzosamente y automàticamente, porque se trata –una vez más- de una nueva manifestación de lo que somos: amor fundamental, amor básico, energía amorosa. Todo lo contrario de un encerrarse en uno mismo.

Tengo que reconocer, sin embargo, que mis palabras pueden sonar a muy bonitas si uno no ha empezado a encontrar dentro de sí mismo cuáles son las barreras emocionales que le impiden conectar profundamente con lo que es y con lo que necesita.

Este blog va de eso, amiga mía, de cómo, prestando total atención a lo que nos ocurre interiormente, podemos ir descubriendo en qué consisten nuestras dificultades emocionales para, a la vez o acto seguido, dedicarse a ir eliminando todo aquello que nos priva del bienestar al que tenemos todo el derecho del mundo.

Gracias también por tu contribución.

Besos.

Chesús.

sábado, 19 de junio de 2010

LA QUÍMICA DEL AMOR

Hoy he seleccionado un texto que habla del enamoramiento desde un punto de vista científico, fenómeno al que denomina igualmente amor. Y yo me pregunto: ¿Se trata de algo parecido? ¿Se trata de lo mismo? ¿Es el enamoramiento una clase amor?

“Estudios científicos demuestran que el enamoramiento se genera en el cerebro debido a la acción de hormonas que anulan el pensamiento crítico y crean la irremediable necesidad de ver a la persona amada.

«Los sentimientos no se generan en el corazón, sino en el cerebro». Así de tajantes se muestran los expertos en neurociencia al explicar la esencia del amor, un sentimiento universal, profundo y contradictorio al que cuesta tanto renunciar, como resistirse. En los últimos años, diversos estudios científicos han demostrado que el enamoramiento se produce debido a la acción de ciertas hormonas, como la serotonina o la dopamina, que anulan el pensamiento crítico y crean la irremediable necesidad de volver a ver a la persona amada, o como la oxitocina, que se libera durante el orgasmo y se vincula con las relaciones duraderas y la monogamia.

«Los sentimientos no se generan en el corazón, sino en el cerebro», explica Javier Cudeiro, catedrático de Fisiología Humana y director del grupo de Neurociencia y Control Motor de la Universidade da Coruña (Neurocom), quien asegura que el amor actúa como una droga, puesto que «produce el mismo efecto sobre el organismo» y que, además, es ciego, porque «suprime la actividad en áreas del cerebro que controlan el pensamiento crítico». «Varios estudios científicos han demostrado que, cuando los seres humanos se enamoran, la parte frontal del cerebro, que es donde se generan los juicios de valor, reduce su capacidad de evaluar el carácter y la personalidad del ser amado», señala Cudeiro, y va un paso más allá: «Tanto el llamado amor romántico como el amor maternal producen el mismo efecto sobre esa región cerebral, suprimiendo la actividad neuronal asociada a la evaluación crítica del prójimo y a las emociones negativas», destaca el experto.

Pero ¿qué otro tipo de alteraciones produce el amor sobre la actividad cerebral de los seres humanos? Según un reciente estudio realizado por el University College de Londres, el amor puede provocar reacciones químicas similares a las que generan las drogas e, incluso, la velocidad. «A quienes comparan el amor con una droga no les falta razón, porque cuando se está en compañía de la persona amada se segrega una hormona, la dopamina, que produce sentimientos de satisfacción y de placer y que, por lo tanto, es la causante del enamoramiento y de que se sienta la irremediable necesidad de volver a ver a ese hombre o a esa mujer», apunta el catedrático de Fisiología Humana de la Universidade da Coruña.

Para los investigadores del University College de Londres es, no obstante, algo más simple. «Una adicción química entre dos seres humanos», señalan los expertos londinenses, quienes aseguran que, cuando existe enamoramiento de verdad se dan, en mayor o menor medida, una serie de circunstancias comunes, como la atracción física, el apetito sexual o el afecto y el apego duradero. A este último aspecto contribuyen, sobremanera, dos hormonas, la oxitocina y la vasopresina, que se liberan para que el útero se contraiga durante el parto y que, también, intervienen en la química del enamoramiento.

«Varios estudios han demostrado que personas que llevan más tiempo enamoradas poseen también zonas ricas en oxitocina y vasopresina, dos hormonas que se liberan, generalmente, durante el orgasmo y que se vinculan con las relaciones a largo plazo y con la monogamia», explica Javier Cudeiro” (Web: El mundo en positivo.com 18-06-2010)


Si fuera cierto lo que afirman los científicos, cuando las personas no están enamoradas o su enamoramiento data de hace tiempo, tendrían lo que podríamos llamar el síndrome de abstinencia, reacción común a muchas clases de drogas o, mejor dicho, a su supresión.

Puede que haya muchas clases de amor e incluso que todas ellas tengan una base química (oxitocina, dopamina, vasopresina, etc.), pero desde mi punto de vista, existe una especie de “amor básico” que todos necesitamos para poder sentir que estamos bien. Y este amor no necesariamente lleva a la supresión de “la actividad en áreas del cerebro que controlan el pensamiento crítico”. Este amor del que yo hablo reside en el corazón (naturalmente, en sentido figurado) y muchas veces lo descubrimos porque lo echamos en falta. Es el amor que surgió del amor incondicional de la madre y, más tarde comúnmente, del padre. Si nos trataron medianamente bien, si nos cuidaron, si nos protegieron, si nos mimaron, etc., cuando éramos muy pequeños, ese amor prendió en nuestro corazón y nos enseño el camino: queremos y necesitamos ser amados y poder amar a otras personas. Y eso está muy unido al sentimiento de autoestima porque cuanto más amor hayamos recibido en nuestra infancia, más capaces de amar y de ser amados podremos ser de adultos, y eso genera seguridad en uno mismo, es decir, autoestima.

Ahora bien, el enamoramiento, para mí, es otra cosa. Se trata, eso sí, de sentirse querido y de que uno quiere a otra persona, pero hay un factor de temporalidad importante. Lo que no dicen los científicos que hemos citado es que el enamoramiento es un sentimiento poco duradero y fugaz. Esos “chutazos” hormonales a los que se refieren tienden a disminuir con el paso del tiempo, igual que ocurre con cualquier substancia a la que llamamos droga y, por esa razón, hay que aumentar las dosis a menudo para poder volver experimentar sensaciones similares a las del principio. De aquí se deriva, por ejemplo, que haya personas adictas a los enamoramientos, porque el cambio de pareja regular les asegura ese nivel de experimentación de sensaciones de que hablamos.

A menudo ocurre que una persona se enamora de alguien que, incomprensiblemente, considerada objetivamente, no es del tipo de las que se enamoraría. E incluso puede que lo reconozca, aunque poco puede hacer por evitarlo porque se siente arrastrada irrefrenablemente hacia ella y, por tanto, hacia una relación que parece no haber escogido. En esos casos es cuando a mí me parece más clara que nunca la inadecuación del término amor para referirse al enamoramiento. Llamémosle pasión, si queremos, pero no amor, porque el amor, para mí, es algo más profundo, algo más estable, algo más creador, algo más diverso, algo más capaz de hacernos crecer como personas. En algunas ocasiones, el enamoramiento repentino e inesperado puede que no sea sino el síntoma de que nos falta el amor, el amor básico por uno mismo y, por tanto, el poder sentir que tenemos la atención de los otros, el entendimiento con los demás, el dar y recibir caricias positivas, la ternura, la comprensión, la complicidad, el compartir objetivos e ilusiones, etc.

El enamoramiento puede ser, simplemente, una huída más (como el propio consumo de drogas, la dedicación a trabajar sin descanso, los deportes de riesgo llevados al extremo, el juego desaforado en casinos y bingos, la ingestión compulsiva de alcohol, entre otras). En esos casos, huimos de nosotros mismos, en realidad. No sabemos qué nos pasa y no queremos sentir si somos desgraciados. La huida, por tanto, seria la manera de alejarnos de la amargura y del vació existencial.

Ahora bien, en mi opinión también existen enamoramientos que conducen al amor, que no son sino la fase previa para llegar a una etapa (más o menos duradera) en que se desarrollarán todas las cualidades del amor que he descrito anteriormente. El secreto está en saber qué nos está pasando y poder distinguir en qué clase de situación nos encontramos, porque está claro que, cuando estemos enamorados, tendremos que tomar decisiones, a veces importantes, para nosotros y para los que nos rodean.

domingo, 13 de junio de 2010

DANIELA Y EL AMOR

En esta entrada, transcribiré parte de unos mensajes de correo que nos enviamos Daniela (otra seguidora del Blog) y yo con motivo de la entrada de la semana pasada. Espero que os sirvan nuestras reflexiones.

DANIELA

Hoy he leído tu entrada en el Blog sobre lo que planteó María. Muy bien. Es interesante ver el hecho de que, aunque uno desee algo y lo tenga claro, si hay algún componente emocional que bloquee esa decisión, el objetivo positivo no llegará a nuestra vida. Pero creo que siendo muy sincero con uno mismo y teniendo claridad y sintiendo el interior de uno mismo, si tomamos decisiones correctas y en la línea adecuada, se pueden hacer los giros necesarios que nos permitan obtener aquello que deseamos.

Gracias nuevamente por dedicar tiempo a hacer estas reflexiones y aportaciones.

Hoy me he levantado –incluso antes de leer tu Blog- teniendo clara la decisión de aplicar a mi vida que quiero confiar en lo que soy y en que puedo atraer a mi vida todo lo que sea positivo y enriquecedor para mí. Sé lo importante que es tener confianza en una misma y en que se puede tener una vida plena y feliz si uno quiere y pone la energía necesaria.

El amor existe. Lo sé y lo vivo así. Por tanto, vivir en el amor hacia uno mismo, hacia los otros, hacia la vida, en las situaciones que aparecen y vivimos, y hacerlo desde la presencia interior en intimidad con uno mismo, creo que nos aportará buenas cosas.

CHESUS

Qué comentarios tan preciosos y tan acertados (a mi juicio) acabas de hacer. Cuando uno ama y puede extender la energía amorosa (el amor) hacia los demás, lo que obtiene a cambio es una mejora en su estado de ánimo, un bienestar anímico mayor.

Por lo que se refiere a la fijación de objetivos positivos, considero que es imprescindible que lo hagamos cada día y que no nos dejemos arrastrar por patrones negativos de conducta como la tristeza, el desánimo o incluso la pereza. Pero para poder llevar a cabo eso, necesitamos tener una gran motivación, pues así nos costará menos cualquier ejercicio o conducta. Y la motivación nos tiene que llegar de “la confianza en uno mismo y en que se puede tener una vida plena y feliz si uno quiere”, como tú misma afirmas.

DANIELA

Gracias por todo lo que me dices en tu respuesta, porque eso me anima a continuar mi camino confiando en lo que soy y, sobre todo, viviendo desde el amor que somos y que podemos ofrecer de tantas maneras.

sábado, 5 de junio de 2010

MARÍA. OBJETIVO CONSEGUIDO.

Nos hemos especializado en no sentir. Desde que éramos niños, hemos aprendido a desconectar de lo que sentíamos. Lo hacíamos y lo hacemos para no sufrir. No hay más que mirar alrededor o incluso dentro de nosotros mismos para darse cuenta de ello. Unos huyen de sí mismos (de lo que sienten) a través de las drogas o de intentar ser famosos (triunfar) o de ganar mucho dinero o del placer o del riesgo. Otros, sencillamente, no pueden con su alma, están atrapados en una permanente depresión. Otros llevan permanentemente encima un cabreo existencial que les hace estar contra todo y contra todos. Otros se sienten enfermos, muy enfermos, a punto de morir, a pesar de que los datos clínicos no demuestren que esa sea su situación. Hay muchas maneras de desconectarse de uno mismo para no sufrir, para no vivir emocionalmente dentro de uno mismo, para no convivir con lo que hay allí que no nos gusta o que no podemos soportar. Y sobre esa base edificamos nuestra personalidad, lo que somos en sociedad, lo que somos para los demás.

Por eso, a mi juicio, desandar el trozo de camino que hemos hecho torcidamente es algo que no se hace en un día. Volver a conectar con uno mismo, querer hacerlo habitualmente y comenzar a sentir, no es tan fácil. Y eso es lo primero que hay que hacer si se quiere virar el rumbo. Hay que tener paciencia y hay que ser tenaces. Y siempre, de fondo, tenemos que lograr el imprescindible mínimo amor a uno mismo, amor propio, autoestima, o como queramos llamarlo.

Hoy, María nos comunica que eso de El secreto le ha funcionado. Es una cosa muy sencilla. Quiso aprobar una oposición, lo pidió, confío en que lo conseguiría, lo agradeció y lo obtuvo. Y obtuvo mucho más de lo que pidió puesto que sacó el número 1. Seguramente fue tan fuerte su convicción que “se pasó” con su deseo.

Ya conté una vez que yo creí en las tesis de este libro cuando me di cuenta que sus postulados habían funcionado en mi caso, pero negativamente, es decir, dándome fundamentalmente las cosas negativas que pensaba o temía que me iban a ocurrir. Y fue entonces cuando me dije a mí mismo que si funcionaba con lo negativo, ¿por qué no iba a funcionar con lo positivo? En el caso de María así ha sido, pero en positivo. ¿Por qué no empezar con algo tan sencillo como esto? Podemos estar desconectados por miedo, por rabia, por tristeza o por una mezcla de todo un poco, pero podemos intuir que si deseamos algo bueno nos va a ocurrir, pero que sea algo pensado con el corazón, de verdad, con fuerza, con convicción. Es algo muy simple.

Espero que el ejemplo de María nos sirva a todos para entender que ese cambio o giro de 180º que deseamos en nuestra vida (en vez de ir hacia el malestar inconscientemente, ir hacia el bienestar conscientemente) puede iniciarse poco a poco proponiéndonos objetivos positivos que, con toda probabilidad, se irán cumpliendo y reforzarán nuestra confianza.

“¡Hola Chesús!

Es increíble pero, de manera todavía oficiosa, he quedado LA PRIMERA!!!!!!!!!!!!!!!!
¡¡¡¡Nunca me habría podido imaginar esto!!!!
Mi objetivo era aprobar y ahora resulta que me queda una nota de más de un 9.
Estoy bastante alucinada, la verdad. Pero muy contenta, claro.
Se han superado mis expectativas.
Leí el libro “El Secreto” antes de comenzar a estudiar y todos estos meses he puesto en práctica sus recomendaciones. Pensaba a diario que aprobaría, lo escribí sobre la foto de un paisaje con el mar al fondo (con el Photoshop) y lo tuve de fondo en el escritorio del ordenador: Aprobaré las oposiciones.
Estudié mucho, todos los temas, pero pensaba en el 3, el 3, el 3… ¡Y salió el 3!
Es impresionante. Me ha dejado bastante perpleja todo este proceso, el pensamiento positivo y el libro en sí. Y, sobre todo, los resultados.
Lo he de meditar con más calma, pero está claro que el cambio de chip me ha conducido hasta aquí, y más lejos de lo que me podía imaginar.
Tengo ganas de acabar el curso y de tener tiempo para descansar y darles vueltas al asunto.
En fin, objetivo conseguido.
Besos.
María"


Aprovecho para copiar un texto aparecido en el Blog alternativo que me parece también muy ilustrativo al respecto:

¿Por qué a mí no me funciona el Secreto?

“Todo lo que llega a su vida usted lo atrae a ella. Y es atraído a usted por virtud de las imágenes que mantiene en su mente. Es lo que usted piensa. Todo aquello que sucede en su mente usted lo atrae hacia sí mismo”

El Secreto

María Prado, kinesióloga, logopeda y terapeuta holística, nos envía a El Lector Alternativo Opina su reflexión personal sobre el fracaso en muchas personas de la Ley de Atracción popularizada por la película y libro “El Secreto” y sus secuelas.

María nos habla de incoherencias entre pensamiento y sentimientos profundos y bloqueos a nivel inconsciente que harían que las vibraciones que emitimos no sean las que nos gustaría y que por sintonía a ellas, y en base a esa ley, no atraemos las frecuencias y objetos/situaciones deseadas.

Otros autores nos explican que la Ley de Atracción, como ley espiritual que es, funciona para el Alma y no para el ego y que sus mecanismos son mucho más sutiles de lo que nos hace creer esta moda materialista. Además, la prosperidad es mucho más que dinero.

En cualquier caso, consigamos o no nuestra lista de deseos, las enseñanzas de El Secreto de pensamiento positivo, gratitud y confianza en la Vida son excelentes compañeros de viaje y solo pueden reportarnos beneficios.

Es un tema sobre el que profundizaremos y agradecemos a María que nos introduzca en él con esta interesante reflexión:

“El Secreto” es un best-seller que está teniendo una enorme difusión en todas las capas de la sociedad.

Gracias a que está concebido con la mente americana de ganar dinero fácilmente, el mensaje, que es muy antiguo, está llegando a sectores de la sociedad que de otra manera sería imposible que llegase.

El mensaje es el mismo que decía Jesús: “Si tenéis tanta fe como un grano de mostaza moveríais las montañas“, porque la fe es la creencia de que se puede hacer.

Los grandes filósofos de la historia llegaron a la misma conclusión. Cony Méndez a principios del siglo XX decía lo mismo, Enrique Barrios en su libro “El maravilloso universo de la magia” lo explica en forma muy divertida y amena.

En resumidas cuentas, se trata de la LEY DE ATRACCIÓN que dice que lo que piensas más lo que sientes muy adentro de ti y lo que expresas con tus palabras respecto a lo que quieres y deseas es lo que te va a venir.

¿Por qué cuesta tanto creer esta ley?

Porque con el pensamiento podemos querer una cosa concreta pero con el corazón no lo deseamos en absoluto, por ejemplo: podemos pensar que queremos ser multimillonarios pero en nuestro corazón tenemos miedo a que nos roben, nos secuestren.

También podemos pensar que los ricos son malvados, infelices, cursis, etc. Incluso podemos sentir que no nos merecemos tener nada o podemos estar utilizando la excusa de no tener dinero para mantener nuestra posición de víctimas y así perpetuar nuestra desgracia.

Si tenemos alguno de estos sentimientos profundos jamás conseguiremos ser multimillonarios por más que nos pasemos la vida leyendo libros de autoayuda, asistiendo a todos los seminarios que haya sobre la Ley de Atracción y haciendo todos los ejercicios y visualizaciones que ponen en los innumerables libros existentes aprovechando el tirón de El Secreto.

María Prado