sábado, 19 de junio de 2010

LA QUÍMICA DEL AMOR

Hoy he seleccionado un texto que habla del enamoramiento desde un punto de vista científico, fenómeno al que denomina igualmente amor. Y yo me pregunto: ¿Se trata de algo parecido? ¿Se trata de lo mismo? ¿Es el enamoramiento una clase amor?

“Estudios científicos demuestran que el enamoramiento se genera en el cerebro debido a la acción de hormonas que anulan el pensamiento crítico y crean la irremediable necesidad de ver a la persona amada.

«Los sentimientos no se generan en el corazón, sino en el cerebro». Así de tajantes se muestran los expertos en neurociencia al explicar la esencia del amor, un sentimiento universal, profundo y contradictorio al que cuesta tanto renunciar, como resistirse. En los últimos años, diversos estudios científicos han demostrado que el enamoramiento se produce debido a la acción de ciertas hormonas, como la serotonina o la dopamina, que anulan el pensamiento crítico y crean la irremediable necesidad de volver a ver a la persona amada, o como la oxitocina, que se libera durante el orgasmo y se vincula con las relaciones duraderas y la monogamia.

«Los sentimientos no se generan en el corazón, sino en el cerebro», explica Javier Cudeiro, catedrático de Fisiología Humana y director del grupo de Neurociencia y Control Motor de la Universidade da Coruña (Neurocom), quien asegura que el amor actúa como una droga, puesto que «produce el mismo efecto sobre el organismo» y que, además, es ciego, porque «suprime la actividad en áreas del cerebro que controlan el pensamiento crítico». «Varios estudios científicos han demostrado que, cuando los seres humanos se enamoran, la parte frontal del cerebro, que es donde se generan los juicios de valor, reduce su capacidad de evaluar el carácter y la personalidad del ser amado», señala Cudeiro, y va un paso más allá: «Tanto el llamado amor romántico como el amor maternal producen el mismo efecto sobre esa región cerebral, suprimiendo la actividad neuronal asociada a la evaluación crítica del prójimo y a las emociones negativas», destaca el experto.

Pero ¿qué otro tipo de alteraciones produce el amor sobre la actividad cerebral de los seres humanos? Según un reciente estudio realizado por el University College de Londres, el amor puede provocar reacciones químicas similares a las que generan las drogas e, incluso, la velocidad. «A quienes comparan el amor con una droga no les falta razón, porque cuando se está en compañía de la persona amada se segrega una hormona, la dopamina, que produce sentimientos de satisfacción y de placer y que, por lo tanto, es la causante del enamoramiento y de que se sienta la irremediable necesidad de volver a ver a ese hombre o a esa mujer», apunta el catedrático de Fisiología Humana de la Universidade da Coruña.

Para los investigadores del University College de Londres es, no obstante, algo más simple. «Una adicción química entre dos seres humanos», señalan los expertos londinenses, quienes aseguran que, cuando existe enamoramiento de verdad se dan, en mayor o menor medida, una serie de circunstancias comunes, como la atracción física, el apetito sexual o el afecto y el apego duradero. A este último aspecto contribuyen, sobremanera, dos hormonas, la oxitocina y la vasopresina, que se liberan para que el útero se contraiga durante el parto y que, también, intervienen en la química del enamoramiento.

«Varios estudios han demostrado que personas que llevan más tiempo enamoradas poseen también zonas ricas en oxitocina y vasopresina, dos hormonas que se liberan, generalmente, durante el orgasmo y que se vinculan con las relaciones a largo plazo y con la monogamia», explica Javier Cudeiro” (Web: El mundo en positivo.com 18-06-2010)


Si fuera cierto lo que afirman los científicos, cuando las personas no están enamoradas o su enamoramiento data de hace tiempo, tendrían lo que podríamos llamar el síndrome de abstinencia, reacción común a muchas clases de drogas o, mejor dicho, a su supresión.

Puede que haya muchas clases de amor e incluso que todas ellas tengan una base química (oxitocina, dopamina, vasopresina, etc.), pero desde mi punto de vista, existe una especie de “amor básico” que todos necesitamos para poder sentir que estamos bien. Y este amor no necesariamente lleva a la supresión de “la actividad en áreas del cerebro que controlan el pensamiento crítico”. Este amor del que yo hablo reside en el corazón (naturalmente, en sentido figurado) y muchas veces lo descubrimos porque lo echamos en falta. Es el amor que surgió del amor incondicional de la madre y, más tarde comúnmente, del padre. Si nos trataron medianamente bien, si nos cuidaron, si nos protegieron, si nos mimaron, etc., cuando éramos muy pequeños, ese amor prendió en nuestro corazón y nos enseño el camino: queremos y necesitamos ser amados y poder amar a otras personas. Y eso está muy unido al sentimiento de autoestima porque cuanto más amor hayamos recibido en nuestra infancia, más capaces de amar y de ser amados podremos ser de adultos, y eso genera seguridad en uno mismo, es decir, autoestima.

Ahora bien, el enamoramiento, para mí, es otra cosa. Se trata, eso sí, de sentirse querido y de que uno quiere a otra persona, pero hay un factor de temporalidad importante. Lo que no dicen los científicos que hemos citado es que el enamoramiento es un sentimiento poco duradero y fugaz. Esos “chutazos” hormonales a los que se refieren tienden a disminuir con el paso del tiempo, igual que ocurre con cualquier substancia a la que llamamos droga y, por esa razón, hay que aumentar las dosis a menudo para poder volver experimentar sensaciones similares a las del principio. De aquí se deriva, por ejemplo, que haya personas adictas a los enamoramientos, porque el cambio de pareja regular les asegura ese nivel de experimentación de sensaciones de que hablamos.

A menudo ocurre que una persona se enamora de alguien que, incomprensiblemente, considerada objetivamente, no es del tipo de las que se enamoraría. E incluso puede que lo reconozca, aunque poco puede hacer por evitarlo porque se siente arrastrada irrefrenablemente hacia ella y, por tanto, hacia una relación que parece no haber escogido. En esos casos es cuando a mí me parece más clara que nunca la inadecuación del término amor para referirse al enamoramiento. Llamémosle pasión, si queremos, pero no amor, porque el amor, para mí, es algo más profundo, algo más estable, algo más creador, algo más diverso, algo más capaz de hacernos crecer como personas. En algunas ocasiones, el enamoramiento repentino e inesperado puede que no sea sino el síntoma de que nos falta el amor, el amor básico por uno mismo y, por tanto, el poder sentir que tenemos la atención de los otros, el entendimiento con los demás, el dar y recibir caricias positivas, la ternura, la comprensión, la complicidad, el compartir objetivos e ilusiones, etc.

El enamoramiento puede ser, simplemente, una huída más (como el propio consumo de drogas, la dedicación a trabajar sin descanso, los deportes de riesgo llevados al extremo, el juego desaforado en casinos y bingos, la ingestión compulsiva de alcohol, entre otras). En esos casos, huimos de nosotros mismos, en realidad. No sabemos qué nos pasa y no queremos sentir si somos desgraciados. La huida, por tanto, seria la manera de alejarnos de la amargura y del vació existencial.

Ahora bien, en mi opinión también existen enamoramientos que conducen al amor, que no son sino la fase previa para llegar a una etapa (más o menos duradera) en que se desarrollarán todas las cualidades del amor que he descrito anteriormente. El secreto está en saber qué nos está pasando y poder distinguir en qué clase de situación nos encontramos, porque está claro que, cuando estemos enamorados, tendremos que tomar decisiones, a veces importantes, para nosotros y para los que nos rodean.

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