domingo, 19 de diciembre de 2010

SUSPENSIÓN DE ENTRADAS/SUSPENSIÓ D’ENTRADES

Por tenerme que dedicar durante el próximo año a otras tareas creativas, suspendo temporalmente mis entradas en este blog, aunque lo dejo abierto para que los eventuales lectores puedan tener acceso a ellas y comentar lo que quieran al respecto. Caso de que se introduzca algún comentario, el servidor me enviará un mensaje para que pueda dar el visto bueno antes de que aparezca publicado.

Quiero dar las gracias más sinceras a todos los seguidores, participantes y lectores del blog.

Es posible que durante los próximos meses tenga la necesidad de añadir algo a lo ya escrito, y en ese caso ya lo advertiría.

Deseo que tengamos unas felices fiestas de Navidad y un año 2011 de gran bienestar emocional para todos.

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Com que m’he de dedicar durant el proper any a unes altres tasques creatives, suspenc temporalment les meves entrades en aquest blog, tot i que el deixo obert per tal que els eventuals lectors hi puguin tenir accés i fer-hi els comentaris que vulguin. Cas que s’hi introdueixi algun comentari, el servidor m’enviarà un missatge perquè pugui donar el vist i plau abans que aparegui publicat.

Vull expressar el meu agraïment més sincer a tots els seguidors, participants i lectors del blog.

Durant els propers mesos, pot passar que tingui la necessitat d’afegir quelcom al que ja he escrit, en el qual cas ja ho faria saber.

Desitjo que tinguem unes felices festes de Nadal i un any 2011 de gran benestar emocional per a tots.

sábado, 11 de diciembre de 2010

LA REALIDAD

Mi familia y yo vivimos en un pequeño pueblo cerca del monasterio cisterciense de Poblet, y mi mujer y yo vamos a veces a escuchar los cantos de los monjes. Pues bien, resulta que hace unos días fui yo solo, me topé con un miembro de la comunidad (al que yo tenía muy visto en el coro) y entablé con él un poco de conversación.

Estábamos solos delante de la iglesia, en la que entramos juntos mientras hablábamos. El templo estaba casi vacío. Al fondo, tan solo se veía a algún monje que acudía al coro a la llamada de la campana para las Vísperas. Nosotros estábamos en la otra punta de la nave charlando.

Después de hablar un poco del tiempo, me preguntó de dónde venía y se lo dije. Yo, por mi parte, me interesé por el número de monjes que había en el monasterio (me respondió que 32). Y de repente me preguntó: ¿Dónde vives? Me sorprendió la pregunta porque acababa de decírselo hacia un momento. No obstante, se lo volví a decir. Y él volvió a hacerme la misma pregunta, ante mi estupor. Opté por contestarle que no sabía a qué se refería con aquello. Y seguidamente añadió: Tú vives donde tus pies pisan, esa es tu casa. La cosa se alargó un poco más porque yo le hablé del “momento presente” como equivalente temporal de lo que él me indicaba. Pero no, su opinión era que eso del “momento presente” era únicamente una cosa mental, una idea, no una realidad. A continuación me hizo otra pregunta: Qué es lo más importante en la vida? Y respondí: Vivir. No –me dijo. Y volvió a formular la pregunta. Y yo le respondí: respirar. Inmediatamente aprobó mi respuesta y luego se despidió de mí dándome la mano con un hasta pronto. Hasta aquí, la anécdota, pero esa conversación me hizo reflexionar sobre lo que entendemos por realidad.

Como en este blog, lo que tratamos son cuestiones emocionales, quisiera decir en primer lugar que cuando nos vemos sometidos –sin saberlo- a un fuerte estrés o a los azotes de una depresión, lo que vivimos internamente (aquello de lo que nos damos cuenta) no son otra cosa que nuestros propios pensamientos enfermizos(obsesivos a veces), no la realidad. Como escribe Byron Katie en su libro: Amar lo que es, “La causa de nuestro malestar no tiene nada que ver con lo que nos pasa, sino con lo que pensamos que nos pasa”. Es decir que –como hemos comentado otras veces- tenemos en nuestro interior (tradicionalmente suele decirse en nuestra cabeza o en nuestro cerebro) realidades meramente virtuales, imaginadas, creadas a base de conceptos, que no son nuestra realidad vivencial (la que vivimos de verdad). Y creo que el monje me señalaba que el camino para saber si vivía en esa realidad virtual o no, era que fuera consciente de dónde estaba pisando con mis pies (el aquí real para mí) y también de mi respiración (el ahora real para mí). Todo lo demás no sería sino el pasado (que ya no existe) y el futuro (que prevemos pero que no sabemos si llegará a ser efectivo alguna vez).

Sin embargo, como resulta que “el parloteo de nuestras mentes” no cesa nunca, es más que probable que pasemos la mayor parte del tiempo viviendo algunas realidades virtuales, o sea, recordando hechos del pasado o proyectándonos hacia el futuro, mientras los momentos presentes que se van sucediendo uno tras otro sin descanso se nos escapan, y con ellos la oportunidad de vivirlos plenamente, es decir, la oportunidad de vivir plenamente nuestra vida particular cada uno de nosotros.

Creo que es muy necesario tener en cuenta estos aspectos del funcionamiento de nuestra mente para poder seguir caminando hacia el bienestar emocional. La realidad –nuestra realidad, la de cada uno- no se nos impone biológicamente (al contrario que a los animales, por ejemplo). Los humanos podemos inventarnos otras realidades. Lo malo llega cuando esas ficciones se apoderan de nosotros y llegamos a identificarnos con ellas (esa es la clave), porque entonces ya no vivimos de verdad lo que está pasando, lo que nos está pasando, nuestro aquí y nuestro ahora. Y es por eso que podemos desviarnos enormemente hacia afuera (huídas diversas) o hacia adentro (no querer saber, tapar los sentimientos, desconectar de nuestro corazón, etc.) y comenzar a sufrir o seguir sufriendo.

Así es que, tomando prestado el comentario que me hizo el monje, para tener Presencia, para estar bien presentes en nosotros mismos, quizás sea un buen método darnos cuenta de dónde estamos pisando en un momento determinado, así como de nuestra respiración (cómo se ensancha y cómo se aplana nuestro vientre cada vez que respiramos). Será una buena forma de estar conectados con la realidad y, por tanto, estaremos bien situados para vivir nuestra vida bien centrados, sin dejarnos arrastrar por los acontecimientos (conductas meramente reactivas, no reflexionadas).

Tengo que añadir además que desde que comencé a practicar meditación (Zen, para ser más concreto) hace años, fui instruido en el mismo sentido: Siéntate tranquilo, deja pasar los pensamientos, y sé consciente de tu respiración y de tu cuerpo (la postura).

lunes, 6 de diciembre de 2010

EL AMOR EN PAREJA

Uno lleva ya suficientes años viviendo en pareja y cerca de otras parejas más o menos estables como para no haberse formado una opinión sobre el asunto. Sin embargo, no es el tiempo transcurrido en mi caso lo que me ha dado lo que considero mi mejor perspectiva al respecto. En los últimos años, gracias al trabajo hecho en terapia, ha sido cuando he abierto más los ojos a la naturaleza del amor en pareja y también a sus dificultades. Hoy quiero compartir algo de todo esto con los lectores del blog. Y sería ideal que algunos de ellos aportaran también sus puntos de vista o incluso el relato de algunas de sus experiencias.

Para empezar, diré que yo llegué a la pareja estable a través del enamoramiento. Lo digo porque no todo el mundo sigue este camino. Hay personas que no llegan nunca a sentir qué es eso del enamoramiento (aunque junto a él también está muy generalizada la pasión amorosa, que sustituye al enamoramiento a mi entender, y que hoy se conoce por el “esta persona me pone”) En mi caso, junto con el enamoramiento se daba el amor; pero al principio los dos sentimientos estaban mezclados. Con el transcurso de los años, observé que el nivel de enamoramiento descendía, cosa que no dejaba de preocuparme porque los mensajes que nos llegaban (y que nos llegan) socialmente, y sobre todo en TV, es que hay que intentar seguir enamorado hasta el final de la vida. Sin embargo, a mi alrededor, observaba (y sigo observando) el mismo fenómeno con carácter general, esto es, que el enamoramiento pierde fuerza con los años transcurridos en pareja.

Las preguntas que me hacía a mí mismo eran del tipo: ¿Es compatible la existencia del amor con el descenso de enamoramiento? ¿Qué diferencia el amor del enamoramiento?

Por aquellos años, comencé a ver entre mis amistades los primeros casos de separaciones, o sea, de ruptura de parejas estables. Habitualmente se trataba de casos en que se daban nuevos enamoramientos con terceras personas. Las parejas anteriores se rompían, y el amor que había existido entre sus miembros parecía desaparecer en gran medida. Por tanto, era legítimo que me preguntara si enamoramiento y amor habían de ir fatalmente unidos, de forma que cuando fallaba el enamoramiento también fallaba el amor.

Hoy en día, las separaciones y divorcios han aumentado considerablemente. Incluso tengo amistades que se han separado hasta tres veces (dos ya eran muchas en aquella primera época). Además el fenómeno se da en todas las edades adultas (20, 30, 40, 50 años y más). Y lo que también es cierto es que las rupturas de pareja no suelen comportar generalmente la conservación de una cuota importante del amor que se tuvo. Por consiguiente, la conclusión es fácil: socialmente hablando, la disminución del enamoramiento o de la pasión conlleva a menudo la desaparición del amor en buena medida.

Pues bien, a mi entender, el amor es una energía básica existente en nuestro mundo humano y que lleva a la cohesión, a la ayuda mutua, a la confraternización, a la generosidad, al respeto y a la empatía; y como tal energía básica, se halla impresa en nuestros genes, de forma que, si se dan las condiciones adecuadas para ello, se manifiesta como un torrente de atención a los demás y hacia nosotros mismos. El enamoramiento, a mi juicio, pertenece a otro tipo de fuerza: la que proviene del instinto de supervivencia y reproducción. De hecho, la mayor parte de las personas que se han enamorado describen el fenómeno cómo una situación en que el otro (la otra) se vuelven irresistibles y los arrastran hacia ellos hasta casi la locura. Por lo que se refiere al apasionamiento erótico o sexual, creo que no llega a tales extremos, pero también tiene un fuerte componente de sentirse atraídos sin posibilidad a corto plazo de poner freno a la atracción. En los dos casos se da ese elemento instintivo que comentaba.

Así, pues, la diferencia me parece clara. El amor es una energía constructiva en todos los casos, tendente a crear armonía y cohesión entre las personas y entre los grupos humanos. Pero, en cambio, tanto el enamoramiento como la pasión erótica, en algunos casos, pueden conducir a la destrucción (de parejas estables, por ejemplo) a corto plazo, aunque es cierto que con el tiempo tienden a amainar.

Por lo que a mí experiencia se refiere, para poder sentir que amaba y que era amado de verdad, tuve primeramente que recuperar gran parte de la autoestima que, sin saberlo, había ido perdiendo durante mi vida. Solo cuando me di cuenta de ese aspecto que fallaba en mi vida y trabajé en terapia sentimientos de amor hacia mí mismo, pude ser capaz poco a poco de sentirme amado y de observar cómo surgían de mi interior sentimientos amorosos hacia los demás, que no requerían contrapartidas a cambio.

Decía Anna, en su comunicación del otro día, que hay que sentir que somos pequeños, pero yo lo veo justamente al revés. Para poder amar, antes hay que llegar a sentir que somos “grandes”, que tenemos derecho a ser respetados, que a nadie hemos de conceder el poder que rija nuestras vidas, que somos libres, que podemos ser autónomos emocionalmente. Yo no digo que todos los casos tengan que ser como el mío (podría afirmarlo, sin embargo, de muchos otros). Puede que haya personas que desde que eran niños/niñas estuvieron bien situados emocionalmente y eso les permitió amar y sentirse suficientemente amados hasta llegar a la edad adulta. No digo que no. Sin embargo, puedo afirmar sin temor a equivocarme que la mayor parte de las personas que conozco han tenido unos déficits emocionales en su infancia, relativos a su percepción sobre cómo los consideraba el mundo y en especial su entorno afectivo más próximo, y esas personas es seguro que no han tenido las mismas sensaciones de estar bien emocionalmente.

Mi opinión, pues, es que el amor (la energía amorosa) tiende a manifestarse en todas las personas de manera natural, y por tanto emergerá siempre que se den las condiciones idóneas para ello. Y esta energía es perfectamente compatible con el enamoramiento (la otra fuerza) y de hecho pienso que en muchos casos lo que ocurre es que cuando nos enamoramos, las dos fuerzas se dan conjuntamente. Pero así como la primera es constante, estable y progresiva por naturaleza; la segunda, que es dependiente en gran medida de fuerzas instintivas (que están para lo que están, dentro de nosotros) tiende a reducirse con el paso del tiempo y puede o no dejar paso a la manifestación del amor. Ahora bien, para mí, no hay amor posible que sea auténtico y duradero si no va acompañado del respeto hacia uno mismo, de la no dependencia emocional respecto de los demás y, en especial, de la propia pareja.