sábado, 11 de diciembre de 2010

LA REALIDAD

Mi familia y yo vivimos en un pequeño pueblo cerca del monasterio cisterciense de Poblet, y mi mujer y yo vamos a veces a escuchar los cantos de los monjes. Pues bien, resulta que hace unos días fui yo solo, me topé con un miembro de la comunidad (al que yo tenía muy visto en el coro) y entablé con él un poco de conversación.

Estábamos solos delante de la iglesia, en la que entramos juntos mientras hablábamos. El templo estaba casi vacío. Al fondo, tan solo se veía a algún monje que acudía al coro a la llamada de la campana para las Vísperas. Nosotros estábamos en la otra punta de la nave charlando.

Después de hablar un poco del tiempo, me preguntó de dónde venía y se lo dije. Yo, por mi parte, me interesé por el número de monjes que había en el monasterio (me respondió que 32). Y de repente me preguntó: ¿Dónde vives? Me sorprendió la pregunta porque acababa de decírselo hacia un momento. No obstante, se lo volví a decir. Y él volvió a hacerme la misma pregunta, ante mi estupor. Opté por contestarle que no sabía a qué se refería con aquello. Y seguidamente añadió: Tú vives donde tus pies pisan, esa es tu casa. La cosa se alargó un poco más porque yo le hablé del “momento presente” como equivalente temporal de lo que él me indicaba. Pero no, su opinión era que eso del “momento presente” era únicamente una cosa mental, una idea, no una realidad. A continuación me hizo otra pregunta: Qué es lo más importante en la vida? Y respondí: Vivir. No –me dijo. Y volvió a formular la pregunta. Y yo le respondí: respirar. Inmediatamente aprobó mi respuesta y luego se despidió de mí dándome la mano con un hasta pronto. Hasta aquí, la anécdota, pero esa conversación me hizo reflexionar sobre lo que entendemos por realidad.

Como en este blog, lo que tratamos son cuestiones emocionales, quisiera decir en primer lugar que cuando nos vemos sometidos –sin saberlo- a un fuerte estrés o a los azotes de una depresión, lo que vivimos internamente (aquello de lo que nos damos cuenta) no son otra cosa que nuestros propios pensamientos enfermizos(obsesivos a veces), no la realidad. Como escribe Byron Katie en su libro: Amar lo que es, “La causa de nuestro malestar no tiene nada que ver con lo que nos pasa, sino con lo que pensamos que nos pasa”. Es decir que –como hemos comentado otras veces- tenemos en nuestro interior (tradicionalmente suele decirse en nuestra cabeza o en nuestro cerebro) realidades meramente virtuales, imaginadas, creadas a base de conceptos, que no son nuestra realidad vivencial (la que vivimos de verdad). Y creo que el monje me señalaba que el camino para saber si vivía en esa realidad virtual o no, era que fuera consciente de dónde estaba pisando con mis pies (el aquí real para mí) y también de mi respiración (el ahora real para mí). Todo lo demás no sería sino el pasado (que ya no existe) y el futuro (que prevemos pero que no sabemos si llegará a ser efectivo alguna vez).

Sin embargo, como resulta que “el parloteo de nuestras mentes” no cesa nunca, es más que probable que pasemos la mayor parte del tiempo viviendo algunas realidades virtuales, o sea, recordando hechos del pasado o proyectándonos hacia el futuro, mientras los momentos presentes que se van sucediendo uno tras otro sin descanso se nos escapan, y con ellos la oportunidad de vivirlos plenamente, es decir, la oportunidad de vivir plenamente nuestra vida particular cada uno de nosotros.

Creo que es muy necesario tener en cuenta estos aspectos del funcionamiento de nuestra mente para poder seguir caminando hacia el bienestar emocional. La realidad –nuestra realidad, la de cada uno- no se nos impone biológicamente (al contrario que a los animales, por ejemplo). Los humanos podemos inventarnos otras realidades. Lo malo llega cuando esas ficciones se apoderan de nosotros y llegamos a identificarnos con ellas (esa es la clave), porque entonces ya no vivimos de verdad lo que está pasando, lo que nos está pasando, nuestro aquí y nuestro ahora. Y es por eso que podemos desviarnos enormemente hacia afuera (huídas diversas) o hacia adentro (no querer saber, tapar los sentimientos, desconectar de nuestro corazón, etc.) y comenzar a sufrir o seguir sufriendo.

Así es que, tomando prestado el comentario que me hizo el monje, para tener Presencia, para estar bien presentes en nosotros mismos, quizás sea un buen método darnos cuenta de dónde estamos pisando en un momento determinado, así como de nuestra respiración (cómo se ensancha y cómo se aplana nuestro vientre cada vez que respiramos). Será una buena forma de estar conectados con la realidad y, por tanto, estaremos bien situados para vivir nuestra vida bien centrados, sin dejarnos arrastrar por los acontecimientos (conductas meramente reactivas, no reflexionadas).

Tengo que añadir además que desde que comencé a practicar meditación (Zen, para ser más concreto) hace años, fui instruido en el mismo sentido: Siéntate tranquilo, deja pasar los pensamientos, y sé consciente de tu respiración y de tu cuerpo (la postura).

1 comentario:

Chesús dijo...

Aclaración sobre la cita de "Amar lo que es". Byron Katie dice:

La causa de nuestro malestar no tiene nada que ver con lo que nos pasa, sino con lo que pensamos sobre lo que nos pasa"

Sorry.