domingo, 14 de marzo de 2010

LA FAMILIA

10-03-14

No creo equivocarme si afirmo que la mayoría de nosotros sabemos que la familia (nuestras respectivas familias) es la base de nuestro engarce emocional con el mundo, con nuestro entorno. Los primeros años de nuestra vida han sido cruciales para nuestro crecimiento como personas, y se han desarrollado en el seno de una familia concreta en cada caso. Y es sabido también que la primera nutrición emocional se produce entre la madre y el bebé, pero en un entorno familiar determinado, de manera que, asimismo, la familia se constituye por extensión en el núcleo primario para la nutrición de los bebés y de los niños. Pero resulta que no siempre y en todos lugares ha habido y hay un modelo de familia único. Y a eso quería dedicar hoy mi reflexión.

Por razón de mi trabajo, de mis dedicaciones literarias, y de mis experiencias vitales en general, he conocido muchas mujeres, muchas parejas y muchas familias. Algunas hace muchos años, otras bastante tiempo y algunas más, más recientemente. Por eso he podido comprobar que instituciones como el noviazgo, el matrimonio y la familia son dinámicas, han ido cambiando con el tiempo. Eso lo sabe prácticamente todo el mundo, pero en mi caso lo que yo he visto es que la razón de los cambios más recientes se encuentra en la mujer, en el papel de la mujer, en los cambios de actitud y de mentalidad de las mujeres. Esto es muy interesante porque la mayor parte de las personas que siguen este blog como lectoras (hasta donde yo sé) son (sois) mujeres.

Recuerdo que un día de verano de hace unos pocos años estaba en la piscina del pueblo hablando con un vecino procedente de Argelia y me decía: la crisis de Occidente se debe a que se ha dado demasiada libertad a las mujeres; y yo le respondí rápidamente: la crisis tradicional del mundo islámico es, precisamente, que las sociedades, gobernadas por hombres, tienen sujetas a las mujeres, y no cambiará este estado de cosas hasta que ellas no sean libres como los hombres para decidir su destino. Y me salió así de fácil. No tuve que pensármelo mucho. Y que conste que con esto no quiero decir que todos los musulmanes sean y piensen como este argelino, y además éste no es el tema que quiero tratar hoy.

Para mí, es un hecho que el matrimonio y la familia actuales han dejado de regirse, en general, por las normas tradicionales. Ya no hablo del matrimonio concertado entre las familias (que yo ya no he conocido) me refiero al matrimonio de la generación de mis padres, en que ya había, más o menos, libre elección de la pareja (en mi época y en mi entorno social y familiar, sin el más o menos). Ese matrimonio se celebraba para toda la vida, y no sólo por razones religiosas, sino también por patrones sociales de conducta colectiva. La mujer, en ese contexto, se dedicaba por lo general a cuidar de la casa, de los hijos, del marido y de sus padres y de los del marido cuando se hacían muy mayores y lo necesitaban. En el mundo agrícola es donde se veían más bien reflejados esos roles. Naturalmente, en las clases medias (más tradicionales) se seguían con más fidelidad esos guiones, porque son y eran más conservadoras.

En mi generación se rompen muchos moldes y comienzan a aparecer cosas como “vivir juntos” (sin casarse), el uso de los anticonceptivos, las relaciones sexuales previas al matrimonio o a la formación de pareja, lo que llamaban la “paternidad responsable”, mujer y hombre trabajando fuera de casa y compartiendo (relativamente) las tareas domésticas, las separaciones de las parejas y (posteriormente) los divorcios, los hijos compartidos de parejas distintas, etc. Pero yo diría que aún persiste de alguna manera la idea de “la pareja para toda la vida”, al menos como deseo o como meta.

En las generaciones de hoy en día, las formadas por personas que tienen menos de 40 años (por poner un tope) aunque hay muchas parejas “clásicas” todavía (casados, con hijos de la pareja, trabajando fuera de casa los dos, etc.) lo cierto es que yo detecto una crisis permanente. He leído, por ejemplo, que el 50 % de los matrimonios jóvenes que se están produciendo ahora, se estima que acabarán en separación o divorcio. Yo no sé si tanto, pero mis cuentas son que bastantes de las parejas estables que conocía se han separado.

Pues bien, mi punto de vista es que lo que está cambiando a marchas forzadas es la mentalidad de las mujeres y su papel dentro y fuera de la pareja. De momento, conozco a muchas que se quejan, por ejemplo, de que sus parejas masculinas no se ocupan de lo que ellas creen que se deberían ocupar también: los hijos, las tareas domésticas, los padres ancianos o enfermos, etc, pero no dan el paso hacia la separación por diversos temores, el más extendido de los cuales es: los hijos. No quieren dejar “sin padre en casa” a los hijos. Y eso las conduce a un callejón sin salida a mi modo de ver, por lo menos en el terreno emocional. Pero no hay que preocuparse porque ya se vislumbra un hecho claro, y es que, a mi modo de ver, las mujeres futuras, las niñas de ahora y las que vendrán en el inmediato futuro, van a seguir rompiendo más moldes y no van a tener tantas contemplaciones para “poner de patitas en la calle” a sus respectivas parejas si no se corresponsabilizan con ellas en todo lo que comporta la vida en común.

Ahora bien, llega el momento de volver al principio en mi reflexión y me tengo que preguntar: ¿Cómo serán las “nuevas” familias? ¿Cómo criarán a sus hijos? ¿Cómo recibirán los niños la nutrición emocional que necesitan para crecer y madurar? Obviamente, yo no tengo la respuesta, pero está claro que la humanidad, para sobrevivir, necesita que los nuevos vástagos reciban el cuidado y el cariño de sus respectivas madres y de sus respectivos padres. Pero también está claro que los cambios en los roles de las mujeres ya no los va a parar nadie (por si no estaba suficientemente claro, he de añadir que yo no tengo ningún interés en que cambien). En consecuencia, algo habrá que hacer en el campo de los hombres, algún cambio tendrán que hacer, porque, si no, el panorama sería sombrío. Una mujer comprometida dentro y fuera de casa, y unos hombres fuera de casa o en casa pero poco o nada comprometidos (como está pasando ahora en muchos casos), no son la mejor fórmula para una familia nutritiva de cara a los hijos.

Es posible (no sé si probable) que hayan de pasar unos años en los que se destruya el vínculo de pareja en muchos casos, y que las mujeres (por lo general) tengan que educar solas a los hijos, pero también preveo que poco a poco habrá cada días más (futuras) mujeres que dejarán de tener hijos, igual que ahora ya hay bastantes que comienzan a renunciar a convivir con una pareja estable para poder estar mejor emocionalmente. Por tanto, el concepto de familia habrá de ser reelaborado a la larga. ¿Serán las “nuevas familias” un reencuentro de mujeres y hombres más “crecidos”? Ya firmaría yo por ese futuro. Pero ya veremos (o ya verán las futuras generaciones). Para mí, lo que es ya casi evidente es que las fórmulas tradicionales de pareja ya no sirven a muchas mujeres actuales (de 30, 40 y 50 años, por decir algo) pero lo cierto es que todavía no han surgido las nuevas fórmulas substitutivas.

En el fondo, creo que la mujer actual (en occidente) se busca a sí misma, quiere estar bien consigo misma, necesita sentirse persona por encima de todo, que la respeten, que la traten en términos de igualdad social con relación al hombre, y pienso que está en esa batalla, buscando su lugar en la familia, en el trabajo, en el ocio, etc. Y eso será, a la larga o a medio plazo, lo que acabará enterrando algunas fórmulas tradicionales de les relaciones mujer/hombre, madre/hijos, padre/hijos, etc. A mi modo de ver no hay posible(ni deseable) vuelta atrás, pero todos debemos reflexionar sobre cómo hacer para crecer y madurar emocionalmente e intelectualmente como individuos para construir entre todos ese futuro que se vislumbra o que ya está presente entre nosotros en muchos aspectos. Mujeres y hombres somos igualmente personas y tenemos la posibilidad de “funcionar” ya mismo de otra manera: Yo bien y Tú bien, es decir, yo soy digna/o de respeto, tu eres digna/o de respeto, porque somos personas, y podemos entendernos dialogando, sin perseguirnos, sino actuando desde los adultos que somos. Eso nos va a permitir, con toda seguridad, participar en estos cambios tan transcendentales de una manera consciente y respetuosa.

Y a los temores y miedos… ¡Que les den!

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