jueves, 7 de octubre de 2010

AMAR NO ES COMPLACER POR TEMOR A LA REACCIÓN DEL OTRO

Por doloroso que nos pueda resultar, hay veces en que resultará del todo imprescindible decir NO a una persona muy próxima afectivamente a nosotros. Nos va en ello poder cambiar las cosas, es decir, el rumbo de nuestra vida, cuando ésta se encuentra maniatada por determinadas concesiones que le hemos ido haciendo durante años, concesiones que nos han impedido ser nosotros mismos, seres autónomos, adultos independientes emocionalmente en relación a esa misma persona.

Recuerdo un caso que me pasó a mí. Yo era sujeto activo, o sea, alguien que sin darse cuenta maniataba emocionalmente a la persona amiga sin dejar que fuese totalmente autónoma. Como no era consciente de lo que estaba pasando –ya digo- empecé a encontrarme extraño en la relación. Algo estaba cambiando o había cambiado y yo no sabía a qué era debido. Sin embargo, seguí intentando mantener la relación como fuera hasta que llegó un punto (al cabo de casi dos años) en que se me reveló el “secreto”. Le envié un correo electrónico diciéndole lo que percibía, esto es, que la cosa no iba bien entre nosotros, pero añadiendo que me estaba aburriendo en el tipo de relación que manteníamos y que, por eso, valía la pena que habláramos si no era mejor dejarla, al menos durante un tiempo, pues yo no me veía con ánimos de continuar. Su respuesta fue abrirme su corazón para confesarme que, efectivamente, las cosas habían cambiado hacía tiempo por su parte pero que no había tenido valor para comunicármelo por temor a hacerme daño.

Esa es mi historia de la cual saqué muchas enseñanzas. Naturalmente, mi primera reacción (no suficientemente meditada) fue agradecerle su sinceridad, pero con un tufillo de “ya te lo decía yo” que venía a indicar que tenía la razón y que, en cierto modo, me sentía engañado. Pero pronto me apercibí de que estaba imputando el “fracaso” a aquella persona; que la estaba culpabilizando de lo sucedido. Lo primero que vi, pues, fue que mi reacción no había sido adulta porque eso de culpabilizar a los demás de lo que nos pasa es la típica reacción inmadura.

Otra enseñanza que extraje de todo aquello fue la convicción de que aquella persona había estado complaciéndome por temor a hacerme daño y de que no había sido suficientemente auténtica, con lo que lo que no había hecho era atender debidamente sus necesidades emocionales y, sin saberlo, había estado manipulando nuestra relación (con la mejor buena fe, eso sí) y a mí mismo claro está.

Por eso digo que a veces no nos va a quedar más remedio que decir NO a la persona afectivamente próxima a nosotros, para así ser íntegros y coherentes con nosotros mismos, y leales con nuestros amigos, parientes o conocidos. Cuando nuestro grado de ignorancia sobre estas cuestiones es muy alto (cuando no nos damos cuenta de lo que nos está pasando) es muy fácil entrar en complacencias y en querer “salvar” a los demás, antes que dedicarnos a atender nuestras necesidades emocionales y, por tanto, a ser auténticos. Ahora bien, cuando hemos comprendido el funcionamiento básico de las relaciones emocionales entre los humanos, a mi entender resulta necesario dar un paso adelante, hacer frente al temor a herir –por ejemplo- y empezar decir NO para evitar que nos manipulen (aunque lo hagan inconscientemente). Hemos aprendido, de alguna forma, que amar a los demás no puede separarse de un cierto sacrificio, de una cierta renuncia, y por ese motivo nos encontramos a menudo bastante confusos sobre cómo actuar cuando queremos ser nosotros mismos y la persona amada está interfiriendo en nuestras decisiones (insisto, aunque no se dé cuenta). Ese patrón de conducta aprendido es el que nos conduce a los conflictos emocionales en las relaciones y a lo que se ha dado en llamar “juegos psicológicos” que tanto sufrimiento producen entre las personas.

En la vida, a mi juicio, hay diversos niveles de ser “ser humano”. Uno es el entender (cuando queremos entender algo a base de razonamientos). Otro es el comprender emocionalmente (que es el darse cuenta del que tanto hablo). Y otro el actuar. Puede ser un trayecto gradual pero el caso es que, con gradualidad o no, los tres han de estar presentes en nuestra toma de decisiones para poder cuidarnos mejor, para tenernos en cuenta a nosotros mismos suficientemente, para concedernos los derechos que en realidad nos corresponden como seres humanos que somos, y para respetar de verdad a los demás.

Sé que éste es un tema peliagudo y que, probablemente, alguien de entre los que leéis el blog, tendrá serias dudas sobre la corrección de este enfoque. Sin embargo, yo no me lo he inventado. Es algo que he visto claro en terapia y que vengo practicando hace tiempo no sin dificultades, por mi parte y por la de las personas a la que amo de verdad y que se han visto “afectadas” por este posicionamiento mío.

Volvamos al ejemplo anterior. ¿Qué ha sido de nuestra relación a partir de entonces? Pues he de decir con sinceridad que nos hemos alejado algo, pero que yo sigo teniendo en gran estima a esta persona y que me siento querido por ella. Tengo que reconocer que he aprendido a respetarla más y mejor. Sé que ciertas cosas no le van bien y lo respeto y la respeto. Pero yo también me siento más libre que antes. Es posible que una relación así haya de pasar por diversas etapas y que ahora nos encontremos en una diferente de la que tuvimos inicialmente, después de conocernos, sin que eso quiera decir que no pueda dirigirse hacia nuevas etapas. El caso es que, para mí, lo fundamental es madurar y aprender de lo que la vida te va ofreciendo. Y creo que eso es lo que hemos hecho los dos aunque nos costara un poco encarar con autenticidad y sinceridad la situación.

Pero ése es sólo un ejemplo. Podría poner bastantes más de mi propia vida. Lo fundamental es llegar a tener claro que amar o sentir afecto por una persona ha de ser perfectamente compatible con que nos sintamos libres y auténticos haciéndolo. A mi entender no es posible amar auténticamente sino es desde la libertad para hacerlo. No hay amores ni amistades auténticas que hayan sido impuestas. Y hay un tipo de imposición que proviene de nuestros propios miedos. Mejor dicho, cuanto más ames a una persona, si quieres que tu amor progrese, más has de hacerlo desde la autenticidad. Y esto no son teorías.

Claro está que hay diversas clases de amor; que no es lo mismo una amistad, que un amor de pareja que el amor entre padres/hijos/padres. Pero el tipo de problemas que solemos crearnos a nosotros mismos cuando complacemos en lugar de ser auténticos, sí que es el mismo. Si no decimos a la persona amada qué es lo que no nos va bien de sus actitudes, por ejemplo, es igual que sea tu pareja o tu padre o tu amigo, el problema será el mismo, así no construirás nada importante en el terreno de tu madurez personal y en el de la propia relación con esa persona. Además, en cierta manera, pues, por paradójico que pueda parecer, cuando complacemos (por temor a herir, por ejemplo) lo que conseguimos es impedir que la otra persona despierte y se dé cuenta de lo que está pasando en la relación.

Si de verdad amamos, hemos de ser tan auténticos como podamos para que tanto la otra persona como nosotros podamos seguir madurando como tales. Por consiguiente, hemos de estar dispuestos a no ser entendidos o mal entendidos, si llega el caso, y a aguantar la pena que nos puede producir que la otra persona nos malinterprete y se presente como una víctima de nosotros. Es doloroso, se pasa mal, pero creo que es la única manera de no seguir en el engaño mutuo que a nada conduce.

Naturalmente, ese decir NO se ha de hacer siempre adecuadamente, o sea, teniendo en cuenta a la otra persona a la hora de pronunciarlo, puesto que es digna del máximo respeto por nuestra parte (aunque no nos entienda).

2 comentarios:

marta dijo...

Ufff! Quanta raó que tens!
Però que complicat és a vegades tenir el coratge de dir : NO!
Suposo que jo, igual que tu i moltes altres persones, he après i he anat madurant amb les experiències que m´han tocat viure.
I moltes vegades potser no tenim del tot clar el que volem , però tenim claríssim el que NO volem.
M´ha agradat el que he llegit fins ara del teu blog.Gràcies altre cop per les teves paraules a l´entrevista.
Marta

Chesús dijo...

Traduzco al castellano el comentario de Marta:

Ufff! ¡Cuánta razón tienes! Pero qué complicado es a veces tener el valor de decir: ¡NO!
Supongo que yo, como tú y como muchas otras personas, he aprendido y he ido madurando con las experiencias que me ha tocado vivir. Y muchas veces, quizás, no tenemos claro del todo qué queremos, pero tenemos clarísimo lo que NO queremos.
Me ha gustado lo que he leído hasta ahora de tu blog. Gracias otra vez por tus palabras en relación con la entrevista.