domingo, 15 de agosto de 2010

LA BUENA VIDA

A medida que vamos quitándonos más vendas de los ojos, percibimos mejor la luz y, por tanto, vemos más claramente la realidad: nuestra realidad interior y lo que conocenos como realidad exterior. El ser humano está en constante evolución. Ahora nos ocupamos mucho de los aspectos emocionales, pero hay otros niveles del ser, en forma humana, que también hay que cuidar para poder seguir creciendo y madurando.

Me ha parecido que el título de “La buena vida” –como el de la película- podía ser muy adecuado para el comentario de hoy. En última instancia, todos los humanos, sin excepción, tenemos el mismo derecho a disfrutar de una buena vida, pero no sólo el derecho sino también la necesidad de disfrutarla. Si no podemos llegar a decir que tenemos una buena vida, algo está fallando en nosotros, algo no se está desarrollando como debiera.

Después de unas semanas de descanso, vuelvo al blog para seguir incluyendo sugerencias para ser feliz, algunas de mi cosecha (como me gusta decir) y otras sacadas de las sabidurías esparcidas por el mundo, que son muchas.

Volviendo al principio. A mi entender, conviene tener siempre presente que todo, en el nivel de lo fundamental, está ya hecho en el mundo o en el cosmos –como queramos llamarlo-, que nosotros no tenemos que hacer nada, que el mundo es como es y lo que es, que así lo encontramos al nacer y así seguirá después de que hayamos dejado esta vida. Pero lo que sí podemos y tenemos que hacer es abrir los ojos más y más, mirar, ver y observar. Todo nos revela que las cosas –en un nivel esencial, insisto- están bien hechas, que hay una armonía, que hay una interrelación entre los componentes del Universo. Pues bien, cuando la mirada está suficientemente madura, entonces vemos que nosotros formamos parte inseparable de ese conjunto armónico. Y me refiero a una mirada integral, a la que se hace desde la mente y desde el corazón al mismo tiempo. Lo aconsejable es, simplemente, quitarnos las vendas que todavía cubren nuestros ojos (el conocido “velo de Maya” en la tradición hindú) y ver la realidad, tal como es, que está delante de nosotros, en todo su esplendor, en toda su brillantez.

Buscar la felicidad, para mí, es situarse en esa perspectiva, en la de saber que estamos en constante evolución, la cual consiste en una maduración progresiva para poder descubrir, cada vez mejor, lo que nos impide sentirnos llenos, en plenitud. Sentir un cierto grado de insatisfacción es perfectamente humano, ya que estamos en el camino hacia conseguir esa felicidad de la que siempre hablamos. Pero lo bueno es que, desde siempre, disponemos de instrumentos para poder ir quitándonos más y más vendas de nuestros ojos, y sobre esos instrumentos es de lo que venimos hablando desde hace unos meses. No son los demás los que nos tienen que proporcionar felicidad, sino nosotros mismos los que podemos avanzar para llegar a sentirnos bien situados en el mundo y en la vida. Podemos conseguirlo si abrimos más y más nuestra mirada hacia dentro y hacia afuera de nosotros mismos. Es más, tenemos que conseguirlo porque la vida sigue y nuestra evolución como seres humanos también. Es algo difícil de entender a la primera, pero lo cierto es que los seres humanos somos como una especie de chispa de luz cósmica –por llamarlo de algún modo- procedente de - y llamada a integrarse definitivamente dentro de- un orden universal que yo llamo Amor. Otra cosa es que, mientras nuestros ojos permanezcan medio ocultos, nos tengamos que debatir con sentimientos como: la envidia, los celos, la frustración, el miedo, la cólera, la venganza, la tristeza, el desánimo, la desilusión, etc.

Mi propósito hoy es recordarme a mí mismo y a quienes lean este blog que hay un camino hacia el bienestar, que pasa necesariamente por madurar como seres humanos, y que esta maduración se tiene que producir paralelamente en todos los niveles de lo que somos. Hay quien no cuida su cuerpo, hay quien no cuida su mente y hay quien no cuida su corazón (sus sentimientos y emociones). Pero todo hay que cuidarlo. El cuerpo nos permite la conexión básica con el mundo, a través de los sentidos, y también poder sentir los placeres de la vida, que son magníficos. Un cuerpo realmente cuidado y despierto nos facilitará el éxtasis, sin ninguna duda. La mente procesa la información que nos llega desde nuestro interior y desde el exterior, y nos ayuda a poder tomar las decisiones adecuadas para nosotros en cada situación. Una mente turbia, producto de unos malos cuidados, puede confundirnos y llevarnos incluso al bloqueo mental y emocional. Y el corazón, que es donde metafóricamente residen los sentimientos, hay que cuidarlo para poder discernir lo que nos va bien y lo que no en el mundo de las relaciones con nosotros mismos y con los demás.

La buena vida, por tanto, puede empezar ya, desde ahora mismo, si queremos. No hace falta esperar a conseguirla. Podemos comenzar a cuidar (o continuar cuidando) nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro corazón. Es cuestión de darse cuenta de ello y de tenerlo siempre presente. No hay suficiente con cuidar alguno de los aspectos del ser, los tenemos que cuidar todos. Hay quien piensa que con practicar yoga o tai chi ya hay bastante y que todo lo demás vendrá por añadidura. Otros creen que yendo al gimnasio o corriendo maratones ya está todo hecho. Y otros, que encontrando una buena pareja y viviendo una gran historia de amor se acabarán los problemas. Y también los hay que piensan que por dedicarse a la literatura o a cualquiera de las artes obtendrán la recompensa de ser felices. Yo creo que no. Los humanos somos seres integrales, que comprenden diversos niveles del ser, los cuales pueden evolucionar (y de hecho evolucionan) a diferente ritmo y, por tanto, hay que atenderlos a todos por igual y constantemente. Hay quien se ha quedado estancado, fundamentalmente, en su cuerpo y sólo busca la satisfacción (la “felicidad”) en los placeres físicos sin límite, dejando de lado los cuidados que su parte somática requiere. Los hay que sólo sienten o sólo quieren sentir emociones románticas, descuidando la necesaria maduración de su corazón. Y hay quien no se preocupa ni de su corazón ni de su cuerpo y vive encerrado en la burbuja abstracta de sus pensamientos y de sus reflexiones metafísicas o de sus cálculos para ganar más dinero en los negocios. Ninguno de ellos, a mi juicio, va por el buen camino de ser un ser humano integral, que es lo que somos potencialmente desde que nacemos.

Para mí, lo más elevado en los humanos se desprende de ellos cuando son capaces de estar en el mundo, bien plantados, bien situados, bien ubicados, o sea de forma integral: físicamente, mentalmente y emocionalmente. Eso es, a mi entender, la buena vida.

Para acabar, recomiendo la lectura de una novela que a mí me ha inspirado muchísimo. Se trata de “Piezas en fuga”. La autora: Anne Michaels. Editorial Alfaguara. Transcribo un párrafo corto:

“Es un error creer que son las cosas pequeñas las que dominamos y no las grandes. ¡Es al revés! No podemos evitar los accidentes pequeños, el minúsculo detalle que introduce una conspiración en el destino: ese momento extra en que corres a recoger algo olvidado, un momento que te salva de un accidente –o te lo provoca. Pero podemos imponer el orden mayor, los grandes valores humanos, el único orden que es lo suficientemente grande para ser visto”

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